El problema que representa la violencia doméstica durante los tiempos de confinamiento

La actual pandemia ocasionada por el virus Sars-Cov-2 responsable de la enfermedad de COVID-19 contra la que el mundo se enfrenta en estos momentos ha generado una diversidad de situaciones negativas, además de los lamentables fallecimientos de familiares, amigos o conocidos.

Entre las situaciones que ha desencadenado esta problemática se encuentra la violencia doméstica.  Aunque se habla en mayor proporción de la violencia contra las mujeres a manos de sus esposos o compañeros sentimentales, también los hombres pueden ser agredidos por ellas y los hijos por cualquiera de sus padres. Sin embargo, las mujeres tienen más probabilidades de padecer malos tratos.

La violencia doméstica se clasifica en:

  • Violencia física: comprende el uso de fuerza física o el uso de armas en ataques que lesionan o hieren, entre ellos: golpear, patear, halar el pelo, morder, tirar ácido o cualquier otro tipo de sustancias peligrosas, quemar o atacar con armas y objetos. Como consecuencia de la violencia física se pueden presentar lesiones, discapacidades y –en casos extremos- hasta la muerte.
  • Violencia psicológica o emocional: incluye amenazas de violencia física o sexual y/o de abandono; también abuso verbal como humillaciones, insultos, críticas constantes, acusaciones y atribuciones de culpa. Hacer caso omiso de la persona, no prestarle suficiente atención a sus necesidades o ridiculizarlas también son maneras de ejercer violencia psicológica, así como controlar lo que una persona puede o no puede hacer. Como consecuencia de este tipo de violencia, el o la afectada pueden sufrir de baja autoestima, ansiedad y depresión o puede abusar del consumo de drogas y/o alcohol.
  • Violencia sexual: este tipo de violencia, que es poco denunciada, se presenta cuando se obliga a algún miembro de la familia (por lo general al conyugue) a tener sexo en contra de su voluntad. Como consecuencia de la violencia sexual se pueden producir enfermedades de transmisión sexual, problemas ginecológicos, embarazos no deseados, complicaciones del embarazo, aborto espontáneo, aborto provocado en condiciones de riesgo o problemas sexuales. El abuso sexual en las menores puede llevar a serios problemas emocionales al llegar a ser adultas.

Lo anterior es de gran relevancia, ya que se puede observar que la violencia domestica ocurre en nuestro hogar que, sin duda, en la gran mayoría de las ocasiones es un recinto donde podemos sentirnos seguros, protegidos e incluso felices. Sin embargo, esto no representa la verdad absoluta para todas las personas, ya que existe la otra cara de la moneda en la que para algunos el hogar representa un lugar de miedo, preocupación, incertidumbre, desesperanza e infelicidad.

Existe una variedad de causas que han originado estas acciones. Entre las más importantes se encuentran el aislamiento, el estrés, la incertidumbre, las barreras que dificultan la solicitud de ayuda y la denuncia a las autoridades.

Con lo anterior no buscamos ignorar las leyes de aislamiento o distanciamiento social con las que contamos en la actualidad, ya que al explicar esto queremos que quede algo perfectamente claro, el aislamiento en estos tiempos es una de las principales medidas con las que contamos para protegernos frente al COVID-19.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) menciona que “en los últimos 12 meses, 243 millones de mujeres y niñas (de edades entre 15 y 49 años) de todo el mundo han sufrido violencia sexual o física por parte de un compañero sentimental”.

Síntomas de la violencia doméstica

El aceptar esta condición, puede ser difícil incluso para la misma víctima a quien le puede costar trabajo distinguir las conductas del agresor que constituyen violencia, especialmente psicológica y sexual.

Sin embargo, los indicios que pueden reflejar que posiblemente una persona es víctima de violencia doméstica son:

  • Lesiones visibles como ojos morados, contusiones (golpes recibidos en alguna parte del cuerpo que se hacen visibles por la inflamación, cambio en el color de la piel o dolor en la zona afectada) o fracturas de huesos y explicaciones variadas sobre el origen de las mismas.
  • Control absoluto sobre las actividades que realiza el afectado y sobre los lugares en donde se encuentra o por donde se debe mover.
  • Ansiedad o nerviosismo después de cada conversación que se sostiene con el agresor o angustia permanente de que éste encuentre a la víctima fuera de un ámbito determinado.
  • Insultos y humillaciones frecuentes, incluso delante de los familiares o amigos de la víctima; o, por el contrario, ignorar por completo las ideas, sugerencias o propuestas de otro miembro de la familia.
  • Incapacidad para tomar decisiones por sí mismo y necesidad absoluta de contar con aprobación del agresor en cada actividad o rumbo que asuma.
  • La ansiedad, la depresión, el aislamiento, las alteraciones del sueño, los trastornos alimenticios e incluso la desnutrición pueden considerarse síntomas de violencia doméstica.
  • El abuso en el consumo de drogas o alcohol, la manifestación del deseo de suicidarse, o los intentos de hacerlo.

Prevención y tratamiento

La violencia dentro de la esfera doméstica suele considerarse como un “asunto privado”, que no se debe tratar fuera del hogar. Pero para superarla, es necesario, en la mayoría de los casos, acudir a terceros que contribuyan a mejorar las relaciones familiares o, en caso de ser necesario, a ponerle fin a los malos tratos.

La mejor manera de prevenir la violencia doméstica es acudiendo al diálogo como forma de resolver las diferencias, de negociar las reglas que deben regir las relaciones entre los miembros de una familia y establecer los patrones de conducta para un hogar.

Pero cuando esté comprobado que el diálogo no es el camino para prevenir o tratar las agresiones, las alternativas son:

  • Buscar ayuda psicológica (para la pareja o a nivel individual) o terapias de grupo cuyo trabajo principal consiste en descubrir y atacar las causas de los conflictos; o de elevar el nivel de autoestima del afectado y de hacerle descubrir por sí mismo las capacidades que tiene o puede desarrollar para procurarse, sin la presencia del agresor, una vida digna y sin violencia.

 

Con información de Salud y Vida

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *